TRAICIONADO POR LA FAMA
UN RELATO DE BEGOÑA GALLEGO
TRAICIONADO POR LA FAMA

Pedro era el cantante de una banda emergente de rock, tenía todo, o eso
creía, Sexo, drogas y rock and roll que se suele decir, hasta que su sueño se desvaneció entre la
bruma de sus adicciones.
Al comienzo de aquella noche poco podía imaginar que esa sería la última vez
que Desastre Total estarían juntos encima de un escenario. Fue en el primer bis del concierto,
Pedro agitaba su melena con un giro circular de su cabeza mientras Frankie hacía su sólo de
guitarra. Frankie rasgaba las cuerdas con una maestría impropia de su edad, cuando su instrumento
se quedó mudo de repente, acompañado del golpe sordo que hizo el cuerpo del guitarrista
al desplomarse sobre el suelo.
Pedro intentó acercarse a él pero la mano del bajista le retuvo. Frankie se
había electrocutado, tocarle habría significado sufrir la misma suerte. Inmóvil, en medio del
escenario, Pedro tardó unos segundos en reaccionar, giró su cabeza hacia el público, muchas bocas
abiertas en un grito silencioso, el mundo parecía haberse parado salvo por los móviles en alto
grabando la secuencia que acabaría en las redes, y su rostro, el rostro de María.
María estaba de pie en la primera fila sonriendo. María la groupie, María la
presidenta de su club de fans. María la chica que había usado para sus juegos sexuales y a la
que había abandonado en cuanto sus pretensiones comenzaban a entreverse más serias. Esa
María, que en el último whatsapp, le había dicho que sin ella a su lado no iba a llegar
muy lejos. María sonriendo en la primera fila mientras su amigo agonizaba en el escenario a la
espera de los servicios de emergencias.
Aquella noche se había vuelto un recuerdo difuso en su mente con el pasar de
los años al igual que el resto de sucesos, la policía deteniéndole, el juicio cómo acusado de la
muerte de Frankie, María en los bancos del juzgado, María en las visitas a la cárcel, y hoy María
al otro lado del cristal mientras Pedro espera la descarga letal amarrado a la silla eléctrica.
Sus ojos se abren de par en par al verla y todo, todo encaja en su mente cómo
las piezas de un puzle. Ella, su capricho, su perdición, su adicción, su juguete, había jugado a
la perfección sus cartas.
El alguacil presionó el interruptor. María lanzó un beso al aire. Pedro tuvo
tiempo de dedicarle unas palabras "hija de puta" y un intento de peineta con su dedo
antes de la que electricidad inundase su cuerpo.
FIN