CONFLICTO JUDICIAL
UNA HISTORIA ESCRITA POR ESTELA ANDREU CAMPS
ESTE RELATO ES UN PEQUEÑO FRAGMENTO DE LA NOVELA "CONFLICTO JUDICIAL", QUE SERÁ LA CONTINUACIÓN DE "DILEMA JUDICIAL"
SI NO LA HABÉIS LEÍDO, AL FINAL DE ESTA HISTORIA OS DEJAMOS EL ENLACE PARA QUE PODÁIS DESCUBRIR ESTA INTRIGANTE HISTORIA

Miró a su alrededor, como tantas veces había hecho ya durante los meses que llevaba allí encerrado. Tenía gracia la cosa, o, quizás, era de lo más penoso que uno pudiera imaginar; la celda donde él se encontraba, y que le había tocado en suerte, era la misma que en su día le habían asignado a "El Balas". Recordó cuando estaba al otro lado, detrás de los barrotes, aconsejando legalmente a su cliente, y pensó: "si hubiera sabido lo que iba a suceder"…¿Quién podía imaginar que por culpa de ese cliente ahora se encontraría en prisión, acusado de asesinato? Desde luego, su hermano iba a poner toda la carne en el asador para sacarle de este atolladero, tal como le había prometido; pero, ¿sería suficiente? Mateo confiaba totalmente en él, era un gran profesional de la abogacía, pese a que no debían olvidar lo más importante: la acusación de homicidio era cierta.
Andaba absorto en esos pensamientos, cuando se acercó el funcionario de prisiones diciéndole que tenía visita. Seguro que era su hermano, puesto que nadie más, desde que le encerraron, se había dignado a honrarle con su presencia. Bueno, su madre le visitó a los pocos días de ingresar en el centro y, dada su reacción, le rogó que no volviera a hacerlo. Era una mujer fuerte, de carácter. Pero hay circunstancias, como la que él estaba viviendo, que son insoportables para cualquiera, y más para una madre.
Se llevó una sorpresa mayúscula al ver que quién aparecía junto al carcelero, no era su hermano, sino Amanda.
—Hola, Mateo, ¿qué tal te encuentras? —Mateo la miró fijamente, sin dar respuesta—. Te pido mil perdones por no venir antes, no tengo excusa. Y bien, ¿es que no me vas a decir nada?
—¿Y qué quieres que te diga? —dijo, con un tono que no daba lugar a dudas de cómo se sentía—, ¿Tú cómo crees que me siento? Ah, y no te preocupes, no tienes porqué pedir perdón. Al fin y al cabo, no tienes por qué estar aquí. Es más, no sé porque has venido.
—Oye, si quieres me marcho por dónde he venido —Fue el comentario de Amanda a las palabras de Mateo—. Tranquilo, solo bromeaba. Hazte a la idea de que no pienso marcharme de aquí en un buen rato —Mientras hablaba, recordó que ella era una de las personas que peleó para desenmascarar a Ricardo Arias, "El Balas", poniendo en alguna ocasión su vida en peligro, y se dijo a sí mismo que era un imbécil. Amanda era una de las personas que más merecía estar allí—. ¿Se puede saber en qué piensas, Mateo?
—Nada, no me hagas caso. Bien, supongo que por "buen rato", te referirás hasta que el funcionario venga, ¿no?
—Por eso no te apures, tardará en volver —Se puso en pie, cogió una gran bolsa de plástico que llevaba consigo, y volvió a tomar asiento—. Eso de trabajar en el juzgado, en ocasiones como ésta, tiene que tener sus ventajas. Toma, te he traído un trozo de bizcocho de almendras. —Mateo lo cogió y se lo comió en dos bocados.
Conversaron un buen rato más, hasta que vino el responsable de prisión, y Amanda tuvo que partir, no sin antes prometerle a Mateo que, desde ese momento, le visitaría con más asiduidad. Así que, con ese consuelo de que de vez en cuando le vendría a ver alguien que no hurgaría en la herida, se sintió un poco más feliz.
A la mañana siguiente, a la hora estipulada, quién le informó que, lo único que se le ocurría para sacarle de ese embrollo, era alegar que esas muertes fueron en defensa propia. Le comentó que iba a indagar en el ordenamiento jurídico, a ver si encontraba un resquicio para justificar sus atrocidades. Después de hablar de su caso, y preguntar por su estado de ánimo, volvió a quedarse solo.
Si se paraba a pensar, tenía gracia. Él se había visto en el dilema de tener que escoger entre la vida de unos, por salvar la de otros y, luego, resultó ser todo una gran mentira. "El Balas", se la había jugado, pero bien. Y, ahora, su hermano se veía en la tesitura de intentar justificar unas muertes que, según él, no tenían ninguna justificación. Lucas, como él antaño, se veía con el conflicto de tener que escoger entre el gran vínculo de la familia con el que su padre les había inculcado, y la defensa de la ley y la justicia con la que, también su progenitor, les aleccionó tantas veces. Se preguntó, si todavía estuviera vivo, qué hubiera hecho su padre. La respuesta la tenía clara: nada. No hubiera hecho nada por él y no podría reprochárselo. Aunque, y en ese momento explotó en llanto, si su padre estuviera vivo, su destino no estaría entre rejas, puesto que todo habría sido de otra manera.
FIN